jueves, 19 de agosto de 2010

Tema del día: I Never Cry

Un nuevo ejemplo de que muchas veces con cuatro acordes y una buena letra se dicen más cosas que con un interminable tema lleno de solos, voces y artificios. Buena muestra es este I Never Cry de Alice Cooper. Después de darse un buen baño de sangre, un par de decapitaciones y unas cuantas serpientes es capaz de componer esta maravilla publicada originalmente en 1976.




If there is a tear on my face
It makes me shiver to the bones
It shakes me, Babe
It's just a heartache that got caught in my eye
And you know I never cry, I never cry
Sometimes I drink more than I need
Until the TV's dead and gone
I may be lonely
But I'm never alone
And the night may pass me by
But I'll never cry
Take away, take away my eyes
Sometimes I'd rather be blind
Break a heart, break a heart of stone
Open it up but don't you leave it alone
'Cuz that's all I got to give you
Believe me Babe, it ain't been used
My heart's a virgin, its never been tried
And you know I'll never cry
And you know I'll never cry
And you know I'll never cry
Never cry, I'll never cry
Break a heart, break a heart of stone
Open it up but don't you leave it alone
'Cuz that's all I got to give you
Believe me Babe, it ain't been used
My heart's a virgin, its never been tried
And you know I'll never cry
Never cry
I'll never cry
Si hay una lágrima en mi cara
Me hace temblar hasta los huesos
Me estremece, nena
Es sólo un dolor en el ojo
Y sabes que yo nunca lloro, yo nunca lloro
Algunas veces bebo más de lo que necesito
hasta que la televisión muere y se va
Puedo ser solitario
Pero nunca estoy solo
Y la noche se me puede pasar
Y nunca lloraré
Llévate, llévate mis ojos
Algunas veces preferiría estar ciego
Rompe un corazón, rompe un corazón de piedra
Ábrelo, pero no lo dejes solo
Porque es todo lo que te doy
Créeme, nena, nunca ha sido usado
Mi corazón es virgen, nunca ha sido probado
Y tú sabes que nunca lloraré
Y tú sabes que nunca lloraré
Y tú sabes que nunca lloraré
Nunca lloro, yo nunca lloraré
Rompe un corazón, rompe un corazón de piedra
Ábrelo, pero no lo dejes solo
Porque es todo lo que te doy
Créeme, nena, no ha sido usado
Mi corazón es virgen, nunca ha sido probado
Y sabes que nunca lloraré
Nunca lloro
Yo nunca lloraré

lunes, 16 de agosto de 2010

Un breve divertimento

Estas son unas líneas sobre algo que me viene rondando la cabeza hace tiempo, un breve divertimento para pasar una tediosa tarde de trabajo...

El día que el Turco encontró a Nora no empezó de manera diferente a cualquier otro día en los últimos 6 años. Como cada madrugada la sombra del pescador era la primera en llegar a la playa por la calle de los Furtivos, cargado con los aparejos y cebos que había preparado meticulosamente antes de acostarse.
El hábito tomado durante tanto tiempo le permitía al Turco deslizarse entre las barcas varadas en la arena con seguridad felina, donde cualquier otro no podría haber avanzado ni dos metros sin la ayuda de un fanal.
En el rincón más alejado de la cala esperaba la Tatlica, rodeada de redes rotas, boyas descoloridas y piezas sobrantes de antiguas reliquias que en algún momento navegaron seguras y orgullosas por aquel litoral.
Su vieja y desconchada barca parecía un elegante balandro en comparación con el cascarón que era cuando la compró por cuatro reales que le pedía por ella el viejo Balcells, un veterano pescador con demasiados años a la espalda para poder seguir viviendo del mar.

Durante cinco semanas se pasó el Turco todas las horas de luz en la playa lijando, puliendo y calafateando, tratando de cambiar el lamentable aspecto de la embarcación. Los días que la lluvia o el viento hacían imposible cualquier tarea al aire libre aprovechaba para rentabilizar su otro don: la madera, realizando todo tipo de trabajos (muebles, figuras talladas, arboladuras, palas y todo tipo de piezas para las barcas de sus vecinos). Tal era su habilidad y reputación que bien podría haberse ganado sin apuros la vida en su pequeño taller, pero para el Turco la madera no era sino un pasatiempo con el que mantener las manos y la cabeza ocupadas. Su felicidad empezaba cuando cada mañana el agua le llegaba hasta las rodillas mientras empujaba su barca dentro del mar.

Ese lugar especial...

Todos tenemos uno, un lugar especial al que volvemos o en el que pensamos cuando nos abate el inevitable estrés de la vida moderna. El mío es una conjunción de lugar y momento, a esa hora de la tarde en que el sol va desapareciendo tras las montañas y los aviones cavan etéreas cicatrices en un cielo que poco a poco va cambiando de color, confundiéndose a lo lejos con la línea del horizonte dibujada por el mar.

Es el momento en que bandadas de gorriones, jilgueros o escandalosas gaviotas buscan un sitio mejor para pasar la noche, mientras algún altivo verderón se despide a gritos desde lo más alto de las copas de los pinos que tengo a unos metros.

Mar, montaña, cielo... y yo observándolo todo desde mi tumbona en la privilegiada atalaya que es la terraza de un cuarto piso, mientras alguno de mis artistas favoritos actúa para mí en el selecto club del MP3. No ha habido ni habrá rey con mejor trono.

Algunos niños juegan y las parejas buscan algo de intimidad a la orilla de un mar sereno. Yo mientras tanto recuerdo el mismo lugar hace ya alguna década, y me veo jugando con la pandilla, pidiendo a gritos la merienda o haciendo prometedores planes para el día siguiente.

Empieza a hacer frío y el hechizo se va rompiendo, y yo espero que mañana siga el buen tiempo y a la misma hora pueda sentir lo mismo, tratando de recordar cada detalle para poder revivirlo cuando esté lejos. No puedo pedir más... tal vez compartirlo.
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