Usted, curioso lector, conocerá la fascinación de este ignorante por la flora y fauna que tantas horas de placentera siesta nos ha proporcionado a través de los documentales de la 2. El caso es que hace unos días tuve el privilegio de acudir con unos extraordinarios amigos a Expoterraria, la primera feria de España dedicada a la venta de reptiles, anfibios y artrópodos.
De acuerdo; sabemos lo que es un reptil (lagartos, iguanas, camaleones… vamos, las lagartijas de toda la vida en versión exótico). Los anfibios también nos suenan: son los que viven tanto dentro como fuera del agua, representados principalmente por ranas de todo tipo, tamaño y color. Hasta aquí todo correcto, pero ¿Y los artrópodos? ¿Quiénes son esos? Suenan a bicho feo. Veamos, según la Real Academia Española los artrópodos son: “animales invertebrados, de cuerpo con simetría bilateral, cubierto por cutícula, formado por una serie lineal de segmentos más o menos ostensibles y provisto de apéndices compuestos de piezas articuladas o artejos; p. ej., los insectos, los crustáceos y las arañas”.
¿Lo ha leído bien, sorprendido lector? Bichos que no dudaríamos en aplastar si los encontrásemos en nuestras moradas, animalejos esquivos, tejetelas, pobladores de cuevas, sótanos y lugares oscuros, actores de reparto en películas de terror… todos estos son nuestras nuevas mascotas. Y conste aquí y ahora que no lo critico en absoluto. Este ignorante apoya cualquier acercamiento a los seres que comparten nuestro tiempo y espacio en el cada vez más ruinoso planeta (siempre que no se trafique con especies y se haga de una manera legal y transparente).
Personalmente nunca tendría un animal al que tuviese que alimentar con otros animales vivos, y eso es otra cosa que me confundió. Llegó un momento en el que no sabía si estaba mirando mascotas o comida para mascotas. Finalmente descubrí que podía salir de dudas consultando precios: una caja llena de cucarachas por 3 € es comida. Una cucaracha por 24 € es mascota.
Disculpará mi anónimo lector un pequeño sermón sobre el tema desde la humildad del que se sabe ignorante: antes de decidir disfrutar de la compañía de otro ser (llámalo hijo, mascota o amigo gorrón que viene a tu casa por un par de días y se queda un par de meses) hay que saber si podremos facilitarle un hogar apropiado y el tiempo necesario para cuidarlos. Por eso y por el poco espacio en mi ya-de-por-sí abarrotado hogar, la señora de Ignorante me amenazó con echarme de casa si volvía con algún otro bicho, fuese reptil, anfibio o artrópodo. Afortunadamente pude ver como la familia de mis grandes amigos era bendecida con un par de caparazones gemelos, que crecerán felices y mimados en un entorno inmejorable, como ha de ser.
Ya para finalizar rogaría a mi enternecido lector que cierre los ojos e imagine por un momento a un grupo de cinco personas en el metro de Barcelona cargados con un camaleón, dos tortugas, un erizo, comida y complementos de todo tipo y un inmenso terrario de frágil cristal más parecido a un chalet adosado que a una guarida para reptiles, y a su amigo el Ignorante en medio, feliz.