Son muchas las circunstancias que nos definen como personas, y permitan que remita al tan trillado "Somos lo que comemos", o "Dime con quién andas...". Pues bien, puedo alimentarme con grasienta "comida" de fast-food y ser dentro de unos años carne de cardiólogo, puedo codearme con lo más bajo de la sociedad, parias suburbanos ante los que cualquier persona sensata cambiaría de acera, y aún así seguiré siendo una buena persona.
Si yo le pregunto, desocupado lector: ¿Y tú qué eres?, la respuesta será sin duda un oficio u ocupación, pero jamás será algo así como "soy un buen padre", o "un buen marido", o "soy un regalo de Dios a la humanidad".
En un mundo perfecto decidiríamos nuestra ocupación en función de nuestros deseos o capacidades, pero aquí y ahora nos hemos de contentar con ganarnos la vida de la manera más honrada y honorable que nos permita la sociedad (pero eso es otro tema). El caso es que deberíamos trabajar para vivir, y no al contrario. Fiel reflejo de esta situación se ve descrita en http://www.unidad-d-quemados.blogspot.com/
¿Cómo voy a desarrollarme como persona si al llegar a casa lo único que me apetece hacer es clavarle agujitas al muñeco vudú de mi jefe? ¿Cómo voy a disfrutar de todo lo que me rodea si sé que mañana será otro día igual?
La lección que hemos de aprender es que no deberíamos malgastar nuestro tiempo y salud en un trabajo que nos marchita. ¿Verdad?
¡PUES NO! a todos nos mueve el dinero, ¿o a usted no?