viernes, 14 de diciembre de 2007
¡Feliz Navidad!
No tan feliz navidad
“¡Oh! Me alegro de verte, feliz Navidad, feliz año, te deseo lo mejor…” “…pero en las rebajas no te cruces en mi camino porque entonces no tengo amigos…”. ¿Qué es lo peor de la Navidad: TODO. Los kilos que hemos perdido durante los últimos meses los ganamos en dos sentadas. Encima somos tan ingenuos de pensar: a partir del día 1 me apunto al gimnasio… ya ven, más hipocresía. No es por hacer demagogia, pero en las navidades sale lo peor que llevamos dentro: después de cada reunión familiar criticamos el vestido de la tía Luisa, o nos reímos del novio que se ha echado la prima Inés. La mesura… al carajo, el reciclaje… al carajo, la dieta… al carajo. Todo vale porque ya seremos buenos a partir del día 1. Sí hombre, estaremos con una resaca el día 1 que no sabremos ni qué año estrenamos. Todo es más caro, pero nosotros pagamos con gusto y la sonrisilla estúpida “porque es una vez al año”.
-¿Cuánto es?
-112 €
-¿Por cuatro langostinos anoréxicos y dos barras de turrón?
-Es que el turrón cuesta mucho de pescar en esta época, y los langostinos vienen andando desde centroeuropa.
-A vale, ahora lo entiendo, entonces sí que lo pago a gusto, ji ji, felices fiestas
-Para usted, pringao
¿Qué hay de la gente que trabaja en nochebuena, navidad y nochevieja? Y no me refiero a las cuatro gogos que por enseñar cacha y servir cuatro copas ganan en una noche lo que otros en un mes. A toda la gente que nos encontramos en esas fechas lo mejor es no decirles nada, porque es imposible decirle a alguien que está currando en Nochevieja “feliz año” sin que suene a pitorreo. Mucha sonrisita mucha felicidad muchos buenos deseos, pero si un listillo te quita el sitio donde ibas tú a aparcar ¿se lo cederás? ¿U os liaréis a insultos sea navidad, fin de año o Santa Pascuaza?
Luego los Reyes. Lo único bueno del día de Reyes es pensar que ya se acaban las navidades. Toda la ciudad colapsada por las mismas cabalgatas de cada año, con los mismos caramelos rancios y si hay suerte los cuatro camellos aletargados por el frío y con ganas de comerse algún niño. Hablando de camellos, ellos sí que hacen su agosto en Navidad, sobretodo los de mi barrio, que nevar no nevará, pero nieve lo que es nieve…
Y cuando llega el día 7 empezamos a darnos cuenta de lo estúpidos que hemos sido por comer, por gastar, por salir, por dejar la casa con más luces que un club de carretera (yo ya no sé si es mi casa o Las Vegas). Vuelve a guardar los adornos, quita la espuma de las ventanas, esconde los cuernos de reno, las cajas de los regalos (que devolveremos más de la mitad, y el resto los esconderemos en lo más profundo de un armario). Pero tranquilos, porque ya están aquí las rebajas, y el último billete de 5 € que se escapó de milagro colándose por los cojines del sofá verá su final transformado en cualquier parida que realmente NO necesitamos.
FELIZ VANIDAD.
lunes, 10 de diciembre de 2007
miércoles, 31 de octubre de 2007
Detrás de cada hombre
Detrás de cada hombre
Camino del psicoanalista me pregunto si mi teoría será cierta, si toda mi vida habrá girado en torno a las mujeres con las que he mantenido relaciones más o menos sentimentales.
No sabría decir con cuántas mujeres he estado, ¿o tal vez sí?
Veamos, perdí mi inocencia (y algo más) con Carla, mi profesora de refuerzo de matemáticas. Carla era solo un año mayor que yo, pero su educación y su habilidad con los números hacían que las madres se pelearan por contratarla, y sus otras habilidades hacían que los alumnos se murieran por tenerla como tutora. Yo era un alumno mediocre con predilección por asignaturas más bien de letras, por lo que mi madre me amenazó con ponerme un tutor de matemáticas si no mejoraba. Con esta amenaza no solo no mejoré, sino que mis notas cayeron fulminadas como parte de un plan por compartir tardes con la famosa Carla. Las dos primeras clases (martes y jueves a las 6 de la tarde) fueron decepcionantes; variaciones, permutaciones, raíces cuadradas… Pero a la segunda semana Carla aplicó su Plan Especial de Educación, basado en los incentivos por progreso. Cada vez que resolvía un problema me dejaba darle un beso; casto al principio, después en los labios, y finalmente tuve mi primer beso con lengua gracias a dos trenes que salían de no sé qué pueblos a no sé que velocidad. A partir de ahí todo fue a más, comenzamos con el apasionante mundo de la trigonometría. Puesto que el temario era más duro los incentivos debían ser mayores, así que en unas pocas clases dominé cosenos y senos como si formaran parte de mi vida, y poco más tarde ¡Ah! “A” unión “B”, ecuaciones donde el valor de “X” e “Y” no importaba mientras estuviesen en el mismo lado de la ecuación. A pesar de mi evolución procuraba seguir sacando notas mediocres en el colegio, por miedo a que mis padres despidieran a Carla. Todo acabó cuando me anunció que tenía otro alumno que la necesitaba más que yo, así que de un día para otro aprendí que yo era un cateto… y ella una hipotenusa.
A pesar de todo le debo mucho a Carla; no sólo mi amor por los números, sino la reputación que me dio el haber compartido tantas tardes con ella. Aunque también aquella primera experiencia dejó dentro de mí la necesidad que hoy me lleva a psicoanalizarme, y es que mientras los demás adolescentes ardían por un par de buenas tetas, yo buscaba sacar otros provechos de mis relaciones: aprender de las mujeres, buscar mujeres especiales, capaces de satisfacer mi curiosidad intelectual (y sí, también la física). Comprenderlas para comprenderme ¿Comprendéis?
Verónica era una feminista radical. La conocí mientras huía (ella) de la policía, que la perseguía por participar en una manifestación ilegal en favor de la castración masculina preventiva (o algo así). Para despistar a los antidisturbios se cogió del brazo del primer hombre que encontró, que por supuesto era un servidor haciendo cola en el cine. En un primer momento me pregunté si era muy consecuente servirse de un hombre en aquella situación, pero me gustó la idea de acceder a los pensamientos más combativos de la mujer. Pasé días escuchando a Verónica mientras me hablaba de la opresión masculina, la revolución sexual, las injusticias históricas hacia la mujer y tantos temas que yo desconocía. Alguna vez (incauto de mí) se me ocurrió aportar mi punto de vista, pero el ataque inmediato y rubicundo del que fui víctima me aleccionó de por vida. La primera (y única) vez que estuvimos a punto de tener sexo pensé que, igual que en nuestras conversaciones (sus monólogos), ella llevaría el bastón de mando. En serio, me la imaginé con un bastón mientras me azotaba para redimir los pecados de miles de años de opresión. El caso es que en cuanto entré en su casa me encontré con el museo del pene. Cuadros de penes, fotografías de penes, pinturas de penes, dibujos de penes, penes con penes. Ella alegó que era para no olvidar la sociedad falocrática que ahoga a las mujeres y bla bla bla. Al llegar a la cama se transformó en otra mujer; su fiereza se evaporó y convirtió en sumisión, la combatividad y recelo hacia el sexo opuesto se convirtieron en culpabilidad por ceder su cuerpo al opresor, por anteponer sus necesidades a sus valores. Se sentía sucia, quería ser insultada por su falta de voluntad, quería ser abofeteada, lo merecía. Yo, que jamás he tenido ganas ni necesidad de vejar a nadie la dejé llorando en la cama suplicando ser tratada como un gusano, o una gusana…
Elena era monitora de fitness en el gimnasio donde yo no solía ir. Durante semanas la observé pensando en cómo acercarme a ella. Me volvían loco sus abdominales de hierro, su espalda de gladiadora y su piel bronceada de rayos UVA . El caso es que me decidí y le pregunté alguna nimiedad, y a partir de ahí comenzamos una relación entrenadora-torturado. Afortunado de mí, pensé que a la chica le iban los retos difíciles. Cada día nos veíamos a las 7 de la mañana, corríamos una hora, más otra hora de pesas, unos largos en la piscina y al llegar a casa veíamos la tele mientras pedaleábamos en bicicletas estáticas. Su casa parecía una sala de torturas de la inquisición: máquinas, cuerdas, pesas… y en las paredes colgaban cuadros de hombres y mujeres apolíneos y semidesnudos. Aguanté todo aquello hasta que me convertí en un Adonis, un David de Miguel Ángel, un hombre Hercúleo, un anuncio de after shave. Era la envidia de todo hombre y el sueño de toda mujer. Pero el precio fue demasiado alto: dejé el alcohol, el tabaco, la carne poco hecha, los dulces… en fin, los pequeños vicios que le hacen a uno la vida más llevadera. En mi desértica nevera nada más que soja, lechuga, algas y batidos de todo tipo. Una noche, despertado por los quejidos de mi estómago, decidí salir a correr… y seguí corriendo.
Mi humor y mi aspecto cambiaron por completo con Julia, la prima de mi amigo Alberto recién llegada del pueblo. En aquel entonces yo compartía piso con Alberto, y como nos sobraba una habitación instalamos allí a la chica, que pronto se convirtió en nuestra madre y asistenta. Se dedicaba a limpiar la casa, comprar y cocinar como no había visto jamás. Guisos, carnes rojas, patatas, ni una sola hoja de lechuga, y unos postres… Flanes, pasteles, arroz con leche… después de mi aventura con Elena me enamoré perdidamente de aquella Maruja. En solo un mes perdí mi figura atlética y volví a saludarme cada mañana frente al espejo. Pronto me extrañó que Julia no buscase trabajo, o amigas. En esa etapa en la que dos enamorados se sinceran diciendo lo que el otro quiere oír me explicó que ella quería casarse, tener dos hijos, criarlos, aceptar que yo tuviese amigas, mientras la sacase de vez en cuando a cenar y para nuestros aniversarios un viajecito a la sierra. Yo no estaba preparado para tanta sumisión y monotonía, así que le dije adiós… después de cenar.
Con Celia estuve muy poco tiempo. Ella quería llegar virgen al matrimonio. Curiosamente fue la única con quien nunca pensé en casarme.
Con Tania, nadadora olímpica, esperaba poder hacer realidad una fantasía: hacerlo en el agua. Traumatizado todavía por mi relación con la monitora del gimnasio decidí tomármelo con calma, y cuando comprobé que no estaba chiflada me tiré de cabeza (literalmente). Resultó que a Tania le dejaban las llaves de las instalaciones para que entrenase a cualquier hora, de manera que una noche entramos como ratones dispuestos a nadar en una sopa de lujuria. La escena no podía ser más sugerente. Yo la esperaba en un lado de la gran piscina y ella, desde el lado opuesto, dejó caer su albornoz y se lanzó al agua con un estilo insuperable. El ruido del agua rebotó en las paredes y el techo distorsionándose, haciéndolo todo más irreal. Tania llegó hasta mí buceando y me rodeó con sus piernas. Todo era perfecto, hasta que la sirenita se fue apasionando más y más, y al mismo tiempo yo me hundía más y más bajo sus movimientos de amazona acuática. Traté de zafarme de su abrazo, pero las piernas se habían convertido en tenazas, y el poco aire que me quedaba en los pulmones desapareció bajo la presión de su ardor. Lo siguiente que recuerdo es despertarme tosiendo y ver a una Tania enrojecida por el miedo y el placer. Cuando recuperé el control de mi cuerpo cogimos nuestra ropa y nos despedimos con un gesto. Desde entonces le tengo pánico al agua.
Tal vez por la mi experiencia cercana a la muerte o por todo el cloro que tragué aquella noche mi cuerpo pareció quejarse de tantos y tantos excesos. Por eso (y porque lo pagaba la mutua) decidí hacerme un chequeo completo. En la clínica conocí a Sonia. Todo fue muy rápido, aunque no indoloro, y es que cuando alguien te mete un tubo de dos metros por el culo enseguida se rompe el hielo. Sonia era enfermera, y siento decir que, igual que con Tania, un nuevo mito que se va al traste. Nada de medias blancas y bata corta, nada de agacharse para recoger el termómetro, nada de tratamientos de choque para salvarme la vida, nada de nada. Era una mujer aséptica: zapatillas ortopédicas, olor a formol, pelo recogido… Eso sí, estaba obsesionada con las posturas, pero no en la cama. –siéntate bien, pon la espalda recta, camina erguido…- menos mal que no me pidió que hiciese natación… Su casa siempre estaba perfecta, tenía la nevera empapelada con notas y horarios inverosímiles: a las 21:00 cenamos, 21:45 copa en el sofá y preliminares, 22:10 a la habitación, 23:00 (o antes) dormir, que mañana tengo turno doble. Todo acabó el día que fui a coger un yogur de la nevera y leí el plan del día: 17:30: Romper con Juan.
Y todas estas mujeres (más alguna que habré olvidado voluntariamente) me han traído de la mano hasta aquí, la consulta del psicólogo. Necesito desengancharme de este mono cruel que me produce no depender de una maestra, una castradora, una torturadora, una maruja, una amazona o una férrea Rottenmeyer.
-Buenos días, tengo hora con el doctor Daniel Arroyo.
-Pase a la sala de espera, la doctora Royo le atenderá en seguida.
miércoles, 10 de octubre de 2007
Tempus Fugit
Todo comienza con levantarme algo antes (les diré que duermo las preceptivas 8 horas, incluso algo menos, y sin siesta). Me convenzo para escribir unas lineas, y es importante no olvidarnos de la salud: ¿yo no estaba apuntado a un gimnasio?, sí, creo que sí; pues me planteo el volver una horita cada día. Estas simples variaciones, unidas y encajadas a fuerza de mortero con el trabajo, las tareas domésticas, la vida familiar, -Nene, que no vienes nunca a verme, que te olvidas de tus padres, que tengo unas croquetas bueniiiiiiisimas...- son los únicos cambios que pretendo introducir en mis quehaceres diarios.
Es en este momento cuando debo decirle a usted, presuroso lector, que estas reflexiones y quebraderos de cabeza (comeduras de olla, que se dice), surgen cuando su amigo el Ignorante tiene demasiado tiempo libre, y se preocupa en pensar qué cosas hacer con su tiempo, en vez de emplearlo para hacerlas. Pero cuando con resolución adelanto el despertador y preparo la bolsa de deporte para el día sigiente algo pasa sin remedio: una llamada, un cambio de planes, trabajo, comer con un amigo, se estropea la lavadora... y algo tan sencillo como un cambio de horario se convierte en un -¡AH, NO!, para hacerlo con prisas no lo hago- y de nuevo el despertador da una tregua, la bolsa hiberna en el armario y la hoja queda en blanco. ¿Será que prefiero pensar que hacer? Perder el tiempo es perder la vida (con perdón), pero no encontrar tiempo para perder no es mucho mejor.
Sobre el tiempo he de decirles algo muy importante... pero en otro momento, ahora tengo prisa...
miércoles, 26 de septiembre de 2007
Bichos y demás parientes (II)
De acuerdo; sabemos lo que es un reptil (lagartos, iguanas, camaleones… vamos, las lagartijas de toda la vida en versión exótico). Los anfibios también nos suenan: son los que viven tanto dentro como fuera del agua, representados principalmente por ranas de todo tipo, tamaño y color. Hasta aquí todo correcto, pero ¿Y los artrópodos? ¿Quiénes son esos? Suenan a bicho feo. Veamos, según la Real Academia Española los artrópodos son: “animales invertebrados, de cuerpo con simetría bilateral, cubierto por cutícula, formado por una serie lineal de segmentos más o menos ostensibles y provisto de apéndices compuestos de piezas articuladas o artejos; p. ej., los insectos, los crustáceos y las arañas”.
¿Lo ha leído bien, sorprendido lector? Bichos que no dudaríamos en aplastar si los encontrásemos en nuestras moradas, animalejos esquivos, tejetelas, pobladores de cuevas, sótanos y lugares oscuros, actores de reparto en películas de terror… todos estos son nuestras nuevas mascotas. Y conste aquí y ahora que no lo critico en absoluto. Este ignorante apoya cualquier acercamiento a los seres que comparten nuestro tiempo y espacio en el cada vez más ruinoso planeta (siempre que no se trafique con especies y se haga de una manera legal y transparente).
Personalmente nunca tendría un animal al que tuviese que alimentar con otros animales vivos, y eso es otra cosa que me confundió. Llegó un momento en el que no sabía si estaba mirando mascotas o comida para mascotas. Finalmente descubrí que podía salir de dudas consultando precios: una caja llena de cucarachas por 3 € es comida. Una cucaracha por 24 € es mascota.
Disculpará mi anónimo lector un pequeño sermón sobre el tema desde la humildad del que se sabe ignorante: antes de decidir disfrutar de la compañía de otro ser (llámalo hijo, mascota o amigo gorrón que viene a tu casa por un par de días y se queda un par de meses) hay que saber si podremos facilitarle un hogar apropiado y el tiempo necesario para cuidarlos. Por eso y por el poco espacio en mi ya-de-por-sí abarrotado hogar, la señora de Ignorante me amenazó con echarme de casa si volvía con algún otro bicho, fuese reptil, anfibio o artrópodo. Afortunadamente pude ver como la familia de mis grandes amigos era bendecida con un par de caparazones gemelos, que crecerán felices y mimados en un entorno inmejorable, como ha de ser.
Ya para finalizar rogaría a mi enternecido lector que cierre los ojos e imagine por un momento a un grupo de cinco personas en el metro de Barcelona cargados con un camaleón, dos tortugas, un erizo, comida y complementos de todo tipo y un inmenso terrario de frágil cristal más parecido a un chalet adosado que a una guarida para reptiles, y a su amigo el Ignorante en medio, feliz.
lunes, 6 de agosto de 2007
¡¡¡Asco de Agapornis!!!
Ya es bastante frustrante no tener vacaciones, pasarse tooooodo el mes de agosto derretido de calor y tratando de autoconvencerse de lo bien que se vive en una ciudad supuestamente vacía.
Y son las pequeñas cosas, los pequeños detalles, llámelos placeres, los que nos permiten sobrevivir a esta tortura. Cada uno tendrá los suyos... personalmente puedo trabajar las horas que haga falta, a la temperatura que haga falta y con los horarios que me impongan... siempre que pueda dormir bien y si es posible hacer mi siestecita. Este es mi secreto, mi tesoro, mi placer que evita volverme loco en la época estival, y todo era perfecto hasta hace unos días.
Sí, curioso lector, todo era perfecto en villa ignorante hasta que el vecino del edificio de enfrente se compró una adorable parejita de agapornis.
Los agapornis son unos pajarillos preciosos, algo así como una mezcla de loro y periquito. Son listos, de vivos colores... y ruidosos, muy ruidosos. No cantan, no silban, no hablan... GRITAN. Y si uno hace ruido... imagínese dos.
Claro que todo el mundo puede tener la mascota que quiera siempre que cumpla con las normas sobre especies protegidas y todo eso, pero ¿quién me protege a mi?. Resulta que mi apreciad@ vecin@ ha decidido que con la bonanza meteorológica lo mejor para sus nuevos amiguitos es estar día y noche en la terraza, y los bichos tan contentos. Se despiertan cual gallo madrugador, y con los primeros rayos de sol te dan lo buenos días: "GRRRRRRUEEEEEC GRUEEEEEEEECCC", que traducido es algo así como "DESPIERTAAAA PARDILLLOOOOO". Durante el día el graznido de estos pájaros puedes hasta ignorarlo... excepto a la hora de la siesta... "RRRRRRIIIIEEEEEEEEPPPP CRRRROOOOOOOOOOICCC" ("CON EL DIA QUE HACE Y TU DURMIENDO PARDILLO").
He buscado aliados para parar esta tortura, propongo pagar unas vacaciones a los agapornis y sus dueños, aislarles la jaula, comprarles unos auriculares, un bozal, ¡algo!, pero nadie se une a mi causa. Me pregunto si esto durará mucho, si yo duraré mucho. Hitschcock era un visionario.
CCCRIEEEEEEEC
viernes, 6 de julio de 2007
Hoy toca Pelu
Sin embargo desde mi eterna ignorancia y falta de experiencia peluqueril he podido diferenciar tres tipos de peluquerías "base": La marujil, la cañí y la modernilla. Reconoceréis la primera por sus paredes llenas de posters (muchos de ellos de los años 80) de modelos y carteles de productos de todo tipo. Está disfrazada de centro unisex, pero no os dejéis engañar; si un hombre entra ahí estará más perdido que Wally en el Calderón. Marujas con la manicura, marujas con el pelo envuelto en papel de plata, marujas esperando, marujas hablando... y yo en el centro, deseando salir corriendo. Como parte del disfraz unisex se han molestado en facilitar lectura al sector masculino: revistas Man, FHM... entre las miles de "Hola, Lecturas, Semana...
Pero ¡Ay! de ti si se te ocurre echarles un vistazo, porque serás recriminado, juzgado y fulminado por las miradas marujiles que te tacharán como mínimo de obsceno y viciosillo.
Las peluquerías cañís son las Barberías de toda la vida, con sus barras rojas y azules en la puerta y el cartel del año de la comunión de Franco. Siempre...SIEMPRE la llevan dos hombres mayores que SIEMPRE están a punto de jubilarse. Aquí no hay que pedir hora ni anticipar lo que querrás hacerte; es mas, se pondrán a cortar sin preguntarte cómo lo quieres... todo un clásico. ¡Ah! y pobre de ti que no te mires los Intervius que tienen desparramados por la mesa (de cuando Carmen Sevilla era la chica de la semana y Sara Montiel enseñaba sus saritas). (ecs)
Hoy me he atrevido a entrar por primera vez en un salón-estético-integral-ultramoderno-asesoríadeimagen. ¡Qué cambio! Música chill out, butacas pop art, espejos hasta en el techo (¡!), chicos de negro con el pelo rosa, chicas de rosa con el pelo verde... porque una cosa es que a algún peluquero se le vea un poco la plumilla, pero esto era una mani del orgullo gay bajo techo. ¡Eh! y nada que objetar... ¡una educación! ¡una profesionalidad! totalmente recomendable... para los que estéis en Barcelona os dejo la dirección, en serio, un 10.
El caso es que la peluquería, o como se llame es como un ascensor pero a lo bestia (¿He de hablar? ¿Dónde miro?) pero con un tío o tía dando vueltas a tu alrededor y pelo cayendo de todas partes.
Acabaré diciéndole algo, amigo lector, que me ha hundido al salir con mi nuevo look, y que se convertirá en máxima de mi vida desde este momento, y es que este ignorante ha tenido una revelación: TE DAS CUENTA DE QUE TE HAS HECHO MAYOR CUANDO TE CORTA EL PELO ALGUIEN MÁS JOVEN QUE TÚ.
... y yo con estos pelos.
On Line. Saló Unisex.
Carrer de Sants 97, bxs.
lunes, 7 de mayo de 2007
Los Heavyes no tienen coche...
Hoy he cruzado la ciudad sobre dos ruedas. Si ya molesta el ruido, el humo, los taxistas (¡¡¡!!!) y los peatones kamikazes, ahora que llega el buen tiempo hay que sufrir (aunque no en silencio) los coches "discoibizalocomia". Los conocerán por sus ventanillas bajadas, su música (TUM TUM TUM) a todo volumen, su conductor con gafas de sol (sea la hora que sea) y su tunning más o menos (más menos que más) logrado. Tiembla si el semáforo se pone en rojo y has de aguantar a su lado. No podrás resistir la necesidad de mirar al clónico conductor de tan diavólica máquina de tortura.
Invariablemente seguirá el ritmo con la cabeza (como el perrito de plástico que lleva detrás o la figurita cutre de moda que cuelga de una ventosa). Me da la impresión de que todos estos individuos no sólo escuchan la misma música, sino que además escuchan la misma canción. No sé, no soy capaz de diferenciar tal cantidad de subgéneros musicales, aunque si le preguntas te dirá que es una mezcla de house-tecno-electrónica mezclada con no-se-qué trance..., y tú moverás la cabeza asintiendo como si te enterases de algo. No digo que no sea un género musical totalmente válido, pero ¿Hay que escucharlo a ese volumen? ¿También lo escuchan en casa? ¿En el trabajo?.
Lo más curioso es que esta música no tiene letra, y si la tiene es una frase distorsionada en vete-a-saber qué idioma que se repite secuencialmente una y otra vez: "Don´t stop" y cosas así... Creo que el problema es que estos "músicos" son más bien fríos informáticos con mucho tiempo libre y sin nada que decir.
Volviendo al título que encabeza este comentario: ¿Dónde están esos Renault 5 con manchas de óxido y AC/DC sonando tras una ventanilla imposible de subir? ¿Y esas pegatinas-regalo de "MetalHammer"en la parte de atrás?. Megadeth suena mucho mejor en cinta, escuchado en un radiocassete extraíble y en una cafetera con ruedas. ¿Dónde están esas inolvidables e incombustibles maravillas rodantes con el cenicero a rebosar?
Requiem por una raza desaparecida.
sábado, 21 de abril de 2007
Las ventajas de tener perro
Sí, sí, enternecido lector, pero este ignorante ha descubierto una nueva ventaja de tener un can en casa, y no me negarán que esto sí que mejora nuestra calidad de vida y momentos de ocio, y es que desde hace unos días sintonizo (sin pagar un euro) cantidad de canales vía satélite gracias a Coco y su parabólica...
Puerta Interdimensional
Sí, sorprendido lector, y ha sido este humilde ignorante quien la descubrió por casualidad, barriendo su humilde hogar cual ratita del cuento (aunque sin encontrar una sola moneda). Más bien son elementos, objetos o materias algo más desagradables los que aparecen por arte de magia bajo el sofá. Y esto me hizo pensar, es más, me hizo planificar una serie de pruebas que corroborasen la teoría que poco a poco iba tomando forma en mi fantasioso cerebro.
Por eso, para demostrar empíricamente mi teoría, acudí a varios amigos tan ignorantes como quien escribe. Sin adelantar mis ideas, procedí a limpiar exhaustivamente todo el suelo de mi morada: lo barrí con ahinco, y al acabar pasé obsesivamente la aspiradora, y no contento con esto saqué brillo con mis bayetas y siguiendo la lección del gran Tanaka: "Dar cera, pulir cera...". Finalizada esta tarea y ante todos los ignorantes presentes (que colaboraron levantando sus piernas mientras pasaba la escoba con tesón) les hice firmar todo el proceso y descripción del resultado: un suelo limpio, brillante, resbaladizo. Aquello no era un suelo, era un anuncio de Mr Proper (UY NO!! Mr. Proper fue al principio, ahora se llama Don Limpio).
Pues bien, tras esta declaración jurada y ante sus atónitos ojos comencé a barrer de nuevo el piso, y... ¡Oh sorpresa!, ahí estaba de nuevo. Ligeras, oscuras, escurridizas, cual extrañas alienígenas venidas de otro mundo: las pelusillas. ¿Qué son? ¿De dónde vienen? ¿Cuáles son sus funciones o intenciones?. Si se me cae al suelo una patata frita recogeré una patata frita. El polvo es polvo. Pero ellas... son un enigma. Aparecen de la nada para inundarlo todo al mínimo descuido, como el óxido, como la humedad en las paredes, como las algas. Por eso estoy convencido de que no pertenecen a nuestra naturaleza, viven en un universo paralelo de pelusillas, y por algún motivo atraviesan el espacio-tiempo para llegar aquí, a mi casa, a través de la puerta interdimensional que se abre bajo mi sofá. ¿Me atreveré algún día a cruzar esa puerta?.
Ríase, incrédulo lector, pero ya he vendido los derechos a Michael Crichton.
viernes, 13 de abril de 2007
Yo soy yo y mis alergias
Le contaré un secreto, curioso lector: nadie es alérgico a los gatos, ni a su pelo; somos alérgicos a la caspa del felino. ¡Gatos con caspa!. Señores de "Head&shoulders", aquí hay negocio.
Pero mucho peor es lo de los ácaros. Aquí tenéis un bonito retrato del señor ácaro:
Este simpático personajillo (que de ser algo más grande encontraríamos fácilmente en cualquier plato de marisco, junto a gambas y almejas) se alimenta de escamas de piel humana. De acuerdo... ¿Ahora tengo escamas? ¿Es que soy un rodaballo?.
Le contaré otro secreto, sorprendido lector: nadie es alérgico a los ácaros, sino a las proteínas de... ¿Preparado?... ¡SUS EXCREMENTOS!.
Sí, asqueado lector, no basta con imaginarnos inmersos en una plaga de dimensiones bíblicas en nuestro propio hogar, con estos bichos campando por cada centímetro de nuestra piel. Es que además se cagan por todas partes.
Si me disculpan, voy a ducharme.
jueves, 12 de abril de 2007
¿Qué tal el trabajo?
Si yo le pregunto, desocupado lector: ¿Y tú qué eres?, la respuesta será sin duda un oficio u ocupación, pero jamás será algo así como "soy un buen padre", o "un buen marido", o "soy un regalo de Dios a la humanidad".
En un mundo perfecto decidiríamos nuestra ocupación en función de nuestros deseos o capacidades, pero aquí y ahora nos hemos de contentar con ganarnos la vida de la manera más honrada y honorable que nos permita la sociedad (pero eso es otro tema). El caso es que deberíamos trabajar para vivir, y no al contrario. Fiel reflejo de esta situación se ve descrita en http://www.unidad-d-quemados.blogspot.com/
¿Cómo voy a desarrollarme como persona si al llegar a casa lo único que me apetece hacer es clavarle agujitas al muñeco vudú de mi jefe? ¿Cómo voy a disfrutar de todo lo que me rodea si sé que mañana será otro día igual?
La lección que hemos de aprender es que no deberíamos malgastar nuestro tiempo y salud en un trabajo que nos marchita. ¿Verdad?
¡PUES NO! a todos nos mueve el dinero, ¿o a usted no?
Cosas de casa
Este ignorante tiene bastante suerte, porque somos ocho vecinos y creo que bien avenidos (excepto en las reuniones anuales, donde no hay amigos y no se hacen prisioneros).
Está el típico señor jubilado, que como no tiene nada más que hacer se dedica a arreglar cosillas y a velar por el buen funcionamiento de nuestra comunidad. Dicho esto debo añadir que es un pesado y que muchas veces doy un par de vueltas a la manzana si veo que va a entrar, para no tener que subir con él, aunque últimamente he desarrollado un estado mental en el que nada importa, no le oigo, es como si escuchase una musiquilla acompañada del trinar de los pajarillos. De vez en cuando asiento levemente, o voy diciendo "ajá, ya, estas cosas ya se sabe". Creo que lo único que necesita este personaje (presente en toda comunidad de vecinos, aunque puede ser en forma de mujer y variar su edad) es una figura antropomórfica a la que dirigirse, por lo que he propuesto colocar espejos por toda la escalera, como a los periquitos...
Por otro lado están las señoras que, incapaces de bajar un piso para dar el parte a su vecina y además amiga (que si he ido a comprar, que si mi hijo ha sacado todo notables...) comienza a gritar por el patio interior
"¡¡¡¡ANTOOOOOOONIAAAAAAAAAA!!!!, ande sa metío esta mujer... ¡¡¡¡ANTOOOOOOONIAAAAAAAAAAAAAA!!!".
El problema es que entre la señora Josefa (3º2ª) y la señora Antonia (1º2ª) está un servidor (2º2ª), que me he de enterar si estas señoras van al médico o si les han salido juanetes. Pero lo peor es cuando lo que han de decir es secreto, porque entonces no gritan, sino que cuchichean a voces.
"Antooniaaaaaaaaaaaaaaa! mira que es guarra la de abajo, que le llega la mugre a las rodillas".
El caso es que se entera toda la escalera, incluida la guarra de abajo, y luego vienen las caras largas.
Por suerte en mi escalera no hay ascensor, y digo esto porque me he fijado en los tics que adoptamos a la hora de subir o bajar con algún vecino: mirar la hora, buscar las llaves, encontrar la llave de la puerta, volver a mirar la hora... Mucho peor es cuando hay conversación de por medio: tiempo, familia y trabajo son los temas básicos. Mire señora: ya sé el tiempo que hace; la familia bien, gracias; y acabo de salir del curro y no-me-a-pe-te-ce hablar del tema.
¡Uy! ya hemos llegado.
Bichos y demás parientes
En lo más alto de la escala jerárquica encontramos a Coco, el rey de la casa. Coco es un simpatiquísimo Bulldog Francés de ocho meses. Un nombre más adecuado para este murciélago cuadrúpedo sería algo así como "Sombra", "Lapa" o "Pegajoso", porque no se despega de nuestros pies (en casa, porque en la calle no conoce a nadie, sobretodo si ve algún congénere). Si le apetece ver en acción a este lechón disfrazado de perro puede ir a: http://www.youtube.com/watch?v=edsLACzOKiU y a http://www.youtube.com/watch?v=pVW5MgilCC0&mode=related&search=
En esta bonita foto observarán a otro ser que habita con nosotros: un enano de jardín llamado "Napi".
Sí, desocupado lector, en esta casa todo tiene nombre.
Después encontramos a dos simpáticas tortugas: la grande es "Bizcocho", y la enorme es "Pistacho". No, incrédulo lector, no es Godzilla. Tienen unos 7 años. Viven en su bonito acuario con calefacción central y amplias vistas al despacho.
Por último, aunque no por ello menos importantes (aunque sí bastante menos ruidosos) tenemos a un grupo de pececillos. Es difícil reconocerlos porque todos son iguales: 4 barbos Pentazona, 4 Rasbora Arlequín, 2 Khulis, un Otocynclus y dos gambas. Y sí, también tienen nombre (bueno, como la esperanza de vida de estos pececillos no es demasiado alta, los nombres pasan de generación a generación). A saber: tenemos a Otto, Horatio, Boyo, Tenacitas, Ozzy, Jagger, Burbujito y alguno más que no recuerdo (este ignorante tiene la memoria de un pececillo de colores).
Pasamos ya a las especies vegetales (sin contar con las que abundan en la nevera, a esas prefiero no cogerles demasiado cariño). Dentro nos acompañan dos hermosos Potus y un magnífico tronco del Brasil llamado Bob (en honor al célebre actor secundario Bob). Bob tenía un hermano pequeño, Bobito, pero falleció el día que a Coco le dio por hacerse Vegetariano (Descansa en paz, Bobito).
En estos momentos un joven bonsai de la especie Serissa se debate entre la vida y la muerte (no, Coco no ha tenido nada que ver, más bien ha sido el cambio climático). El pronóstico es reservado, pero ampliaremos la información conforme su estado de salud varíe.
Recientemente han pasado a formar parte de esta numerosa familia un gran número de margaritas, geranios y otras bonitas plantas de las que desconozco el nombre, y que dan color y alegría a nuestro amplio jardín*.*Amplio jardín: terraza de un metro cuadrado.
Bien, apreciado lector, esta es la población actual en casa del ignorante. Ahora, si me disculpa, debo atender a la llamada de la naturaleza...