Débil llama la que ciega mis ojos
mientras tu rostro borroso se burla tras el cristal
y unos dedos interrogan mi piel “¿Quién eres?”
Soy la parte de mí que hay en ti.
Niños que crecimos demasiado deprisa
con juegos prohibidos junto a las vías
víctimas del voraz dios del tiempo
en perpetuo desenfreno.
Precipitados a un futuro incierto
el día que el mundo,
cómplice de la indiferencia,
decidió dejar de girar para nosotros.
Raíles de una misma vía
pagamos caro nuestro pasaje
condenados a existir sin tocarnos
tras una orgía de excesos sin culpa.
Inmóviles, fingimos ser invisibles
viendo pasar la vida a toda prisa
y al final del túnel un aliento de esperanza
al fin una existencia sin fronteras.