Sí, extrañado lector, uno mira el cielo en una noche estrellada y dice aquello de "qué pequeños somos en este vasto infinito". Acto seguido trata de fijar la vista para descubrir una constelación (siempre creemos conocer alguna) o dejarnos asombrar por una estrella fugaz. Pasados unos minutos el tedio nos hace buscar extrañas luces, objetos radiantes y desconocidos, imaginarnos un encuentro... en la tercera fase.
Déjeme que le diga, amigo lector, que no hace falta mirar al cielo, ni esperar una noche estrellada, para tener conocimiento de seres que proceden de cualquier lugar menos del que se encuentran. Extraños, descolocados, aparecen sin más para desaparecer en un abrir y cerrar de ojos, dejándonos con la incógnita de su procedencia y su destino final.
Hoy, cambiando mi rutina diaria, me he visto obligado a madrugar más de lo normal, y lo primero (bueno, lo segundo) que he hecho ha sido sacar a pasear al perro (a él le da igual la hora). El estupor ha llegado nada más abrir la puerta de la calle, cuando delante mio ha aparecido una extraña criatura. La claridad del alba me ha dejado distinguir sus facciones poco a poco. Un ser pálido, de aproximadamente un metro de altura, vestido con un traje de metal ajado. Nos hemos quedado mirándonos unos segundos, impasibles. A este ciclópeo ser (no les he dicho que solo tenía un ojo, un enorme y profundo ojo) parecía no importarle mi presencia, y cuando la sorpresa inicial se ha ido difuminado he seguido mi camino mirando de vez en cuando al extraño ente. Al volver del paseo estándar (15 minutos aproximadamente) me preguntaba si aún estaría allí la criatura, y efectivamente allí seguía, pero esta vez rodeada por un grupo de cuatro o cinco personas tan sorprendidas como yo. Ya en casa me he preguntado por el futuro de tan singular sujeto entre desconocidos. Unas horas más tarde, cuando la naturaleza ha llamado de nuevo a las puertas de mi can, he de reconocer que he bajado las escaleras más rápido de lo normal, ansioso por poder tener de nuevo (o no) un encuentro. Entre aliviado y desconcertado al ver vacío el espacio que antes ocupaba el cuadrado ser, solo he podido pensar... ¿Qué coño hacía una lavadora en la puerta de mi casa?