No suelo salir de noche. No me gusta salir de noche. Aborrezco la gente pasada de vueltas, beoda perdida. Aborrezco los rituales de cortejo y apareamiento. Odio los lugares superpoblados, y odio el ruido.
Sin embargo ayer salí de noche. Era algo que tenía pendiente desde hacía tiempo, así que con Pelut y dos hermosas damas asistimos a un espléndido concierto. Ni mucho menos eran horas intempestivas (empezamos a las nueve y a las doce ya estábamos en la calle).
Las primeras en irse fueron las chicas, y justo después Pelut me acompañó una calle más abajo para esperar un taxi. Ya en la esquina apareció de repente una mujer de unos 35 años, con la cara llena de lágrimas, pidiéndonos ayuda en inglés. Por mi trabajo y por vivir en una gran ciudad (mejor decir "una ciudad grande", "gran" puede interpretarse como una virtud) no es infrecuente encontrar personas desesperadas porque les acaban de robar o atracar. Sin embargo, cuando le estábamos intentando calmar, llegó a nuestra espalda la "pareja" de la dama; un energúmeno que a gritos nos empujaba para alcanzar a la mujer. Los gritos pidiendo que no le dejásemos con aquel tipo eran cada vez más desesperados.
Yo soy cobarde por naturaleza, y Pelut estaba envalentonado por un par (o tres) de cervezas. Esperando ver qué pasaba nos interpusimos entre agresor y agredida, diciéndole a ella que entrase en un bar cercano, sin embargo salió corriendo calle abajo. Nosotros dos seguíamos intentando entretener al agresor, en espera de que la mujer cogiese suficiente ventaja, mientras él no dejaba de amenazarnos puños en alto y gritando amigables lindezas, ya saben, que si fuck, que si fight... se quitó la chaqueta, la tiró al suelo y vino hacia nosotros como un Miura. Jamás he pegado a nadie, y nadie me ha pegado, y el hombre no parecía ir tan bebido como para reparir a diestro y siniestro, así que sin levantar los brazos y negándole con la cabeza trataba de hacerle entender que no pensaba pelearme, mientras Pelut le decía que estaba llamando a la policía. El hombre se fue alejando dando voces, para volver de nuevo hecho una fiera preguntando por dónde se había ido la mujer. That way... evidentemente le señalé la dirección opuesta.
Aún conmocionado por esta situación llegué a casa, y encontré a mi mujer durmiendo plácidamente. Me metí en la cama y me dormí abrazado a ella, mientras pensaba dónde estaría aquella mujer.