Sí, querido lector, ya está aquí otra vez, acompañada de crisis económica, escándalos políticos, guerras inacabables y los problemas de siempre... como siempre, así que si nada ha cambiado...¿para qué cambiar nada? Tal vez estas lineas les suenen...
Sí, disgustado lector, el gordo vestido de rojo amenaza con bajar por su chimenea. Las estridentes vocecillas de niños poseídos cantando villancicos llevan días anunciándolo: llegan las navidades.
Gente por todas partes, contaminación lumínica en cada calle (¿saben los ayuntamientos lo que es el ahorro energético?). Hay una palabra que resume la navidad, y no creo que a muchos les guste: Hipocresía. Hipocresía porque la gente se desea buenas fiestas, buen año, felicidad a cascoporro… todo con una media sonrisilla.
-“¡Oh! Me alegro de verte, feliz Navidad, feliz año, te deseo lo mejor…” “…pero en las rebajas no te cruces en mi camino porque entonces no tengo amigos…”.
Todo es más caro, pero nosotros pagamos con gusto y la sonrisilla estúpida “porque es una vez al año”.
-¿Cuánto es?
-112 €
-¿Por cuatro langostinos anoréxicos y dos barras de turrón?
-Es que el turrón cuesta mucho de pescar en esta época, y los langostinos vienen andando desde centroeuropa.
-A vale, ahora lo entiendo, entonces sí que lo pago a gusto, ji ji, felices fiestas
-Para usted, pringao
¿Qué es lo peor de la Navidad: TODO. Los kilos que hemos perdido durante los últimos meses los ganamos en dos sentadas. Encima somos tan ingenuos de pensar: "a partir del día 1 me apunto al gimnasio"… ya ven, más hipocresía. No es por hacer demagogia, pero en las navidades sale lo peor que llevamos dentro: después de cada reunión familiar criticamos el vestido de la tía Luisa, o nos reímos del novio que se ha echado la prima Inés.
La mesura… al carajo, el reciclaje… al carajo, la dieta… al carajo. Todo vale porque ya seremos buenos a partir del día 1. Sí hombre, estaremos con una resaca el día 1 que no sabremos ni qué año estrenamos.
¿Qué hay de la gente que trabaja en nochebuena, navidad y nochevieja? Y no me refiero a las cuatro gogos que por enseñar cacha y servir cuatro copas ganan en una noche lo que otros en un mes. A toda la gente que nos encontramos en esas fechas lo mejor es no decirles nada, porque es imposible decirle a alguien que está currando en Nochevieja “feliz año” sin que suene a pitorreo. Mucha sonrisita mucha felicidad muchos buenos deseos, pero si un listillo te quita el sitio donde ibas tú a aparcar ¿se lo cederás? ¿U os liaréis a insultos sea navidad, fin de año o Santa Pascuaza?
Después llegan los Reyes. Lo único bueno del día de Reyes es pensar que ya se acaban las navidades. Toda la ciudad colapsada por las mismas cabalgatas de cada año, con los mismos caramelos rancios y si hay suerte los cuatro camellos aletargados por el frío y con ganas de comerse algún niño. Hablando de camellos, ellos sí que hacen su agosto en Navidad, sobretodo los de mi barrio, que nevar no nevará, pero nieve lo que es nieve sí que se ve…
Y cuando llega el día 7 empezamos a darnos cuenta de lo estúpidos que hemos sido por comer, por gastar, por salir, por dejar la casa con más luces que un club de carretera (yo ya no sé si es mi casa o un casino de Las Vegas). Vuelve a guardar los adornos, quita la espuma de las ventanas, esconde los cuernos de reno, las cajas de los regalos (que devolveremos más de la mitad, y el resto los esconderemos en lo más profundo de un armario). Pero tranquilos, porque ya están aquí las rebajas, y el último billete de 5 € que se escapó de milagro colándose por los cojines del sofá verá su final transformado en cualquier parida que realmente NO necesitamos.
FELIZ VANIDAD.